En nuestro Claustro se encuentra la Capilla de los Quiñones. Se trata de la Sala Capitular del siglo XII en la que se reunían los monjes para la toma de las mas importantes decisiones. Posteriormente, ya entre los siglos XV y XVI esta Capilla sería el lugar de enterramiento de la familia de los Quiñones hasta que en el siglo XIX las tropas de Napoleón la utilizaran como establo. En ella se conservan la antigua portada medieval de la Basílica, así como restos de pintura de época gótica tempoaran con representaciones del Juicio Final.
Aquí visitaremos el Tesoro de los Reyes de León. De entra las donaciones efectuadas a lo largo de la historia destaca, sin duda, la dotación realizada por el rey Fernando I y su esposa doña Sancha, parte del cual se encuentra expuesta en esta sala, a pesar de las desamortizaciones e incautaciones que tuvieron lugar en el siglo XIX.
Desde el punto de vista artístico destaca el Arca de los marfiles de San Juan y San Pelayo que fue realizada en 1059 en el taller leonés fundado por los reyes y se utilizó para contener las reliquias de San Juan y San Pelayo. Tiene alma de madera y 25 placas de marfil magníficamente talladas con relieves de los apóstoles, el Cordero Místico rodeado del tetramorfos, ángeles y los símbolos de los cuatro ríos del Paraíso.
Se visita también aquí el Arca de las reliquias de San Isidoro, el arca que en origen se destinaba a guardar las reliquias de San Isidoro, documentada desde 1063. El alma es de madera, recubierta con láminas de plata repujada, con escenas del Paraíso. El interior de la tapa es un bordado andalusí.
Fruto de esta donación, otras de las piezas relevantes se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional. Se trata de la Cruz de Fernando I y Sancha (1063), realizado en marfil, con ojos de azabache, del que el museo muestra una réplica.
La Arqueta de los esmaltes de Limoges: Probablemente llegó a león como exvoto de algún peregrino, datada en el siglo XII procedente de los talleres franceses de Limoges, fue realizada con la técnica del cobre esmaltado a fuego siendo representativo el color azul que se obtiene al someter el óxido de cobalto a elevadas temperaturas. El artista, para aumentar su expresividad coloca las partes principales del cuerpo en relieve. Es un arca para contener reliquias. Tiene alma de madera de roble y sobre ella se disponen 17 planchas de esmalte con las figuras de Cristo crucificado y en majestad, María, Juan, Tetramorfos, ángeles y los apóstoles. Tiene una gama de colores variada en la que destacan los azules. Se fecha a finales del siglo XII, principios del siglo XIII.
También se puede contemplar un conjunto de joyas árabes de pequeño tamaño cajitas, botes de marfil, arquetas, corazones de plata; se desconoce cómo llegaron a la Colegiata. Pudieron ser botín de guerra o donación de reyes o notables musulmanes. Algunas proceden de Al-Andalus y entre ellas se encuentran: la Arqueta de las liebres, tallada en marfil, llamada así por su decoración. Entre esta colección de cajitas árabes nos encontramos con el Idolillo escandinavo, cajita cilíndrica de asta de reno fechada en la segunda mitad del siglo X, cuyo uso es discutido por los expertos quienes la consideran la mejor muestra de arte vikingo que existe en España.
Otras piezas expuestas son: el Portapaz de marfil (siglo XII) y el Ara de doña Sancha, donada en 1147 y la Cruz procesional de Enrique de Arfe, conocido autor de la custodia de la Catedral de Toledo. Al mismo tiempo, se exhibe una colección de tejidos de los siglos X y XI que son restos procedentes de los trajes reales hallados en las tumbas del Panteón.
El museo de la Real Colegiata custodia otras piezas que en este momento no se encuentran expuestas a la espera de una nueva ubicación. Entre ellas destaca el emblemático Pendón de Baeza. Un pendón de tafetán carmesí sobre el que se bordó, por ambos lados, la figura de San Isidoro a caballo. Aparece el escudo real y más arriba una nube de la que sale una mano con una espada y una estrella, alusivas a Santiago apóstol. Según la leyenda, San Isidoro intervino en el cerco de Baeza en el año 1147.
CAPILLA DE LOS QUIÑONES
Al consagrar una iglesia en la Edad Media, además de dotarla de reliquias era común ofrecer objetos sagrados y ricas piezas que componían el Tesoro. En este museo se visitan joyas artísticas donadas en época medieval por la realeza leonesa y que resultan de singular relevancia como la Arqueta de San Isidoro o el Arca de los Marfiles, entre otros.